Un Scorpio con aguijón de madera

Primero fue el policía y luego el patrón quienes lo golpearon. El indígena adolorido sacó fuerzas de sus adentros y replicó con la voz cortada en sangre: <<Hasta aquí me pegan. Yo no voy a poner la otra mejilla.>> Así concluía en el teatro salesiano de Rocafuerte la obra Carrusel del grupo cultural Scorpio. Al público le gustó ese mosaico de pequeñas obras de realidad nacional. Les gustó a todos, menos a uno.

En la época de pocas emisoras de radio y pocos lugares para la concurrencia social, un joven Winston Cedeño junto a un grupo de amigos se tomaban los balcones del municipio los sábados después de misa. Se conectaban los cables de amplificación y micrófonos. El público cruzaba el parque y en la polvorienta calle frente al palacio, escuchaban a los aficionados del canto y la declamación.

Esta actividad era realizada por el Club Social Independiente, nombre que se pusieron estos jóvenes para identificarse, y fue recibida con gran agrado por la población por varios meses. El padre Francini vio en los chicos potencial para generar otras actividades artísticas. Un día llamó a Winston y le propuso usar el espacio de la casa salesiana con la sugerencia de incursionar en el teatro.

Un día de 1971, en una reunión sobre las tablas del escenario nació el Grupo Cultural Scorpio. Ocho fueron los convocados: Rvdo. Tulio Franchini, Jennifer Cedeño Villagómez, Enrique Mendoza B, Winston Cedeño Villagómez, Rafael Veintimilla Ulloa, Rómulo Martínez D., René Delgado y Miltón Mera.

El teatro salesiano de pronto se convirtió en la base de operaciones de este emergente grupo. El espacio contaba con una excelente acústica. El público se distribuía en platea alta, luneta y galería con capacidad para 300 personas. Además, detrás de la platea, existía un espacio para proyecciones de cine en las épocas de los rollos de acetato.

Escena de la obra "Carrusel" del grupo cultural Scorpio

Nacieron de un aprendizaje espontaneo, de la exploración intrínseca de la curiosidad, de algún librito guía y con el deseo de contar historias con su cuerpo, con sus voces, con su vida de ser posible. En el claustro de las tablas, cuatro a cinco veces por semana se congregaban de manera religiosa.

Entonces presentaron su primer trabajo. Un boceto histórico sobre el primer grito de independencia. El público aplaudió y detrás de esa algarabía, se motivaron nuevos jóvenes a sumarse al grupo que poco a poco se cohesionó en un ambiente de camaradería.

Se sumaron Cecilia, Victoria y Libertad Gonzembach; Lilian Alarcón, Juana Cedeño, Antonio Montilla, otro hermano Zambrano Macías, Pablo Dueñas entre otros jóvenes que vieron en la actividad teatral una oportunidad.

A esas presentaciones acudieron dos amigos de la Universidad Técnica de Manabí. Vieron en esos rostros de 16 a 21 años madera para la actuación y consideraron que era cuestión de pulir. Colaboraron para perfeccionar su arte. En ese entonces llegó a Manabí Roger Lewis, el director del teatro experimental de Cali.

Los amigos de la universidad lo trajeron a Rocafuerte e inició un proceso de formación continua. Lewis llegaba los sábados en la mañana y en la puerta del teatro ponía un letrero: ¡Hoy! Taller de expresión Corporal… ¡Hoy! Taller de impostación de voz… ¡Hoy! taller de… Una vez que las puertas se cerraban, iniciaba el rito artístico de aprendizaje. Mañanas enteras pasaba el grupo aprendiendo.

Una de esas mañanas de sábado, el padre Franccini se acercó a Winston y le obsequió un maletín con maquillaje. <<Es una donación para ustedes. Hice teatro en Italia y esto es el recuerdo de mi época juvenil.>> y con este acto, Scorpio iniciaba su prolífica carrera.

Las tablas del teatro salesiano estaban acostumbradas a presentar las obras de las escuelas y colegios. Obras trágicas o melodramáticas que abarcaban cuestiones personales, familiares y de clase. De pronto, un grupo aficionado ahondó en las problemáticas sociales y populares; y el público respondió favorablemente a estos nuevos contenidos.

Empezaron con las obras de José Martínez Queirolo, Rosa Borja, Sergio Román entre otros. La falta justificada, el baratillo de la sinceridad, Que en paz descanse QEPD, Donde comienza el mañana, Las velas sobre el asfalto eran los títulos que mostraban las carteleras en las calles de cantón.

Miembros del Grupo Cultural Scorpio con el padre Franchini (sexto de derecha a izquierda) (1974)

Lograron sin proponérselo uno de los objetivos del teatro: perturbar al espectador. Hubo un grupo de la población que criticó con firmeza el trabajo en épocas de tumultos políticos en el país. Los tildaron de comunistas sin jamás ofrecer esta ideología en sus obras. Este breve rechazo por algunos ciudadanos se apaciguó al entender que no era comunismo sino un teatro que exponía las incomodidades de la sociedad.

El montaje de las obras demoraba entre 3 a 6 meses y se presentaban tres veces en el teatro. Esta fama invitaba a nuevos jóvenes a sumarse al grupo. Algunos estaban una obra y se iban, otros se quedaban un rato más. Así, de presentación en presentación, Scorpio subía los peldaños del reconocimiento popular. 

La taquilla era buena y le permitió que el grupo empezar a viajar. Se presentaron en Tosagua, Charapotó, Montecristi, Portoviejo entre otros sitios financiados por la venta de las entradas. Además, fueron invitados a otras provincias para presentarse en festivales.

Notaron que no existían radios locales y, por ende, se informaba muy poco sobre los sucesos en el cantón. El grupo reinvirtió las ganancias en una actividad comunicativa. Así nació Orientación Scorpio. Un periódico que buscaba suplir la necesidad de informar los aconteceres en el pueblo, contar sobre que ha hecho o no el municipio, los eventos de las escuelas, los premios que ganaban coterráneos en festivales, criticar algún mal colectivo y demás cuestiones que valían la pena contarse.

La publicación era mensual o bimensual y contaba con un tiraje promedio de cien ejemplares que se vendían en Rocafuerte, Tosagua y Charapotó. Para su edición, se recurría a un mimeógrafo que había en el colegio Rocafuerte y a la imprenta. En un principio, se recurrió al comercio para su publicación, pero desde el segundo número, el valor de venta fue suficiente para cubrir los gastos operativos. El periódico llegó hasta su octava edición.

Volvamos al teatro.

Scorpio a través de su taller de teatro empezó a crear sus propias obras y agregó un foro al final de las presentaciones. Quizás estas fueron las que más gustaron al espectador. Eran las más cercanas a su realidad y reflejaban los problemas de un pueblo convulso en época de dictadura. Montaron una comedia bajo el título Los apagones de la luz. Una sátira al pésimo servicio que recibía la ciudadanía.

La obra transcurría en una boda donde se va la luz. La novia, una hermosa señorita de pronto se ve suplantada por un hombre musculoso y peludo. El futuro marido contrariado toca a su esposa sin poder verla y al tacto nota que algo andaba mal. La obra encantó en risas y a su vez golpeaba a INECEL (la empresa de energía eléctrica de ese entonces).

Entonces llegó la gran obra de la autoría del grupo. Grande era la repercusión y gusto que se quedaron personas fuera del teatro que tenían que esperar el reprise. Carrusel era un compendio de 5 obras donde se abarcan los temas del indio, el montubio, la situación de los estudiantes universitarios, la masacre universitaria del 29 de mayo de 1969 y la respuesta de la juventud de esa época frente a la dictadura. La obra gustó de sobremanera a tal punto que se presentó en varios pueblos, en las calles, en las zonas rurales, entre otros sitios.

Eran temas delicados para tratar en represión ¿esto causó problemas con las autoridades? <<Considero que hay dos razones por la cuales no tuvimos problemas: consideraban que no tenía importancia lo que se hacía en un pueblo pequeño como Rocafuerte. Nuestras actividades le resultaban intranscendentes. Además, estaban ocupados con las ciudades más grandes.>> opina Winston Cedeño, miembro fundador de Scorpio.

Escena de obra de teatro en 1972 del grupo cultural Scorpio


<<Hasta aquí me pegan. Yo no voy a poner la otra mejilla.>> Esta frase replicaba el personaje del indígena desde su dolor y desagradó al párroco Miguel Ulloa. Cuando se abrió el foro, el sacerdote expresó su descontento por el uso de un pasaje bíblico en la obra. No consideró pertinente que la religión se inmiscuyera en este tema.

Pablo Dueñas replicó al reverendo. Le explicó que, dentro del argumento, la orden salesiana no había tomado parte del problema como si lo hicieron ordenes como la jesuita. Además, escritores que habían acudido de Portoviejo expresaron su opinión para suavizar el descontento del reverendo.

Nada de eso fue suficiente. Cinco años de acción sobre las tablas de pronto se vieron cortadas de un tajo. Lo que un sacerdote permitió, otro prohibió. El padre Ulloa llamó a Winston a la mañana siguiente, un día de 1975 y le dijo que ya no podían usar el teatro para sus presentaciones y ensayos.

Scorpio intentó sobrevivir en el clima hostil de dejar la que creyeron su casa. La acción poco a poco menguó hasta que sus miembros debieron partir a otras tierras para continuar sus estudios. Un año más se mantuvo la actividad, pero un día, el telón se cerró para siempre.

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