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Mostrando entradas de noviembre, 2018

Capítulo 17: ¿Qué haces con un millón?

Voy decidido a cruzar la frontera, esa línea imaginaria útil en el colectivo de los hombres que me quita el título de  local para ser catalogado como extranjero. El norte peruano se encuentra sumido en emergencia. Un fuerte invierno atesta las regiones del norte causando huaicos  e inundaciones. Aquello no es motivo para detenerme pero si para ser precavido de los lugares que pretendo pisar. Es por ello que decido ingresar por el control fronterizo “La Balsa” ubicado en el sureste de la provincia de Loja ingresando a ceja de selva. No debo esperar mucho hasta que un primer auto me lleva.  —Trabajaba como mediador entre las empresas petroleras con las comunidades indígenas—. Me comenta el conductor mientras baja el volumen de la radio—. Es algo increíble, te explico— empieza mientras me mira a ratos por el retrovisor—. Vamos como comisión a hablar con el jefe de la tribu, te hacen sentar unos frente a otros. Comienza la reunión, ellos poseen su traductor pero siempre...

Capítulo 16: La noticia.

Ese amanecer fue tardío. Distante. Lejano. El sol no se presentaba por ningún lado como si tuviese vergüenza o pena. La noche fue fría -¿cómo no serla?- si el viento corre presuroso al costado del río, atraviesa las montañas cobijado por el ala del cóndor, desciende por lagunas y valles para alcanzar con su último halito un patio trasero. Moribundo, escaso de fuerzas en sus piernas de neblina me ve dormido. Camina expandiéndose poco a poco y cuando intenta abrazarme, desesperadamente hablarme aunque solo sea un leve susurro, se desvanece. Las gotas de lo que fue quedan rondando en el denso ambiente de la mañana. Me observan desde la pared al rodar. Camino hacia la entrada cuando veo mi celular. Un mensaje escrito en horas de penitentes sombras. Vuelvo mi vista a mi alrededor, el guardia con un grueso buzo se fuma el cigarrillo del desayuno en el portón principal. Abro el mensaje. Sé lo que dice sin leerlo, sé la esencia de su texto, la confirmación de lo que siempre supe que pasa...

Capítulo 15: Podocarpus.

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Anoche llovió, claro que llovió. Fue intensa la lluvia –en la selva parece diluvio— cuando de un momento a otro el cielo parecía caerse. Desperté un instante sintiendo la brisa fresca de la madrugada que bañaba al suelo. El tejado nos protegía precisamente. No sentí frío aunque estuviese sobre una balsa en un garaje abierto porque mi sabana, mi gruesa y pesada sábana había llegado en el momento exacto. Llegamos. El camino que conduce al parque nacional Podocarpus es de tierra. El taxi nos llevó hasta donde pudo y de allí avanzamos más de un kilómetro. David, Hilary y yo vamos con nuestros zapatos en las manos. Nuestros pies se hunden en el fango de vez en cuando lo cual nos obliga a tener mucho cuidado en no caer de boca. David trajo su diábolo, Hilary una pequeña mochila blanca y yo mi bolso cruzado, peso justo para nuestra expedición. Tenemos comida y agua, lo tenemos todo. Llegamos listos a descubrir un poco de esta belleza del artesano superior. Grandeza de la Pacha...

Capítulo 14: Llegada a Zamora.

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La carretera que une Loja con Zamora, en algunos tramos pareciese convertirse en las terrazas de las montañas. La cima se presenta tan cerca dando la sensación de que pasaremos por encima de ella. Anoche llegó a mi cabeza un verso: “Yo era para ella, en la medida que ella era para mí” y mientras cruzamos el paisaje nos brinda un sinfín de árboles de copas anchas y gran tamaño, lianas que cuelgan libremente al filo del abismo, las rocas, la quebrada y todo aquello que me invita a crear el poema que dice así: Yo era para ella En la medida que ella era para mí ¿Cuántas noches yo le tuve? ¿Cuántas noches le viví? Su indómito cuerpo Madre selva mil sabor Virgen, pura, fresca Paisajes vestidos de flor. Conquistador de sus praderas Investigador de su belleza Fui dueño de su tierra Sus ríos, sus riberas. Fuiste infinitamente mía Al eclosionar en un solo ser Tu alma dubitativa Divergió de mi querer Te amé como yo nunca Te besé mil veces bien ...